(2309 visitas) 23-02-2023 hgaformacion.es
Conducir en invierno es sinónimo muchas veces de conducir con lluvia, menos visibilidad, menos adherencia, pero sabemos...
De la lluvia no se escapa casi nadie en este país. Al menos algunas veces a lo largo del año. Ni siquiera en las zonas más secas. Pero, salvo en el norte, no es tan habitual como para que estemos acostumbrados a conducir con lluvia. Eso nos crea problemas incluso cuando caen cuatro gotas. Por algo el mayor número de accidentes invernales se producen con lluvia: en el período 2013-2016 (de noviembre a febrero) lloviznando se produjeron 144 fallecidos y 775 heridos que necesitaron hospitalización y con lluvia fuerte murieron 41 y 217 heridos necesitaron hospitalización. Muy por encima de la siniestralidad con nieve, niebla, granizo o viento.
La lluvia, lo primero, crea dificultades de visión, algo vital para una conducción segura. Por eso conviene adaptar siempre la velocidad a visibilidad. La lluvia, sobre todo cuando se inicia, reduce además la adherencia de los neumáticos por el polvo, grasa, etc. que se acumula día a día en la carretera y que genera un ’barro’ peligroso y muy deslizante sobre el asfalto. Incluso, puede llegar a producir el temido acuaplanin, en el que el coche 'flota' sobre el asfalto sin adherencia.
Pero la lluvia persistente, aunque ‘limpia’ el asfalto, también puede complicar la conducción, por las dificultades de visión, agarre, etc. Cuidado especial en las zonas donde puede llover con fuerza: se pueden producir inundaciones o ‘ríos’ de agua. Aunque conozca el terreno, encierran mucho peligro.
Lo primero a tener en cuenta es que la luminosidad en días de lluvia es mucho más reducida. Y, por lo tanto, dificulta nuestra visión y la del resto de conductores. La propia lluvia ya supone un importante handicap que dificulta la visión en muchos momentos. El barro y la grasa que suele haber en la carretera llega al parabrisas y dificulta una correcta visión pues hasta la limpieza con los ‘limpias’ no siempre es la más correcta. Sobre todo si estos no están en perfecto estado. Otro problema añadido es el empañamiento de los cristales, que a veces pueden ponernos en serias dificultades.
La lluvia, como otros fenómenos meteorológicos, complican la conducción. Por eso es fundamental modificar la forma de conducir y, sobre todo, extremar la prudencia. Estas son las claves:
La mayor parte de los conductores adaptan la velocidad al estado del asfalto y que con lluvia muchos pisan menos el acelerador. Pero no siempre es así. Algunos probablemente no tienen en cuenta que la distancia de frenado con suelo mojado se alarga considerablemente: a 50 km/h la distancia de frenado se puede casi duplicar y a 120 km/h, un coche que en seco frenaría en unos 80 metros necesitaría más de 115 para detenerse.
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